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quarta-feira, 11 de abril de 2012

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33ª JORNADA DE LIGA

Un líder llamado Cristiano

El portugués descorcha un partido alborotado, fulmina con tres goles al Atlético y el Madrid mantiene su ventaja (1-4)


El fútbol, un deporte gremial, está colonizado por dos solistas sublimes, dos protagonistas de un duelo personal y colectivo sin precedentes en la Liga española. Messi y Cristiano, Cristiano y Messi, son la gran reserva del fútbol mundial. Sobre ellos gravitan dos plantillas mayúsculas, dos instituciones hidalgas, dos equipos lunáticos para el resto de adversarios. Si Messi acercó el martes al Barça a un punto, Cristiano respondió anoche con una actuación que le entroniza de nuevo. Él tiró del Madrid, le rescató en las malas, le aupó y le dejó en la cima con una goleada anestésica para el líder, que llegó al Calderón con aire angustiado. En una plaza de primera y ante una situación límite es donde se esperan a los elegidos. Y Cristiano fue puntual. El equipo, atenazado por sus últimos infortunios, le necesitaba como nunca. Y allí estuvo el portugués, al frente del regimiento, en un partido poco panorámico hasta que el Madrid, con mucha entereza, dio un paso al frente al verse empatado. 
Con el Atlético en estado de excepción y el Madrid con una ligera taquicardia, el partido fue un alboroto, con numerosas calamidades para la pelota, que brincó lo suyo. Con ella nadie sacó más provecho que Cristiano, protagonista absoluto de la noche. De entrada, Ronaldo ejecutó una falta con la maestría de los elegidos. Se podrá discutir que Courtois favoreció el gol con su neutralidad, porque el belga decidió enquistarse en el centro de la portería, sin custodiar el palo derecho o la vía izquierda. Una apuesta arriesgada, pero el preciso y dinamitero disparo de Ronaldo hizo que la pelota salvara la barrera y lloviera del cielo como un meteorito. Un destello en medio del barbecho, en un partido emotivo por el cartel y la trascendencia de los puntos, pero sin fútbol recreativo
No fue el Madrid esperado, el habitual, el que gobierna los partidos y tira del mazo. Se pareció a sí mismo el Atlético, que juega a parpadeos, con mucho voltaje y no tanta pulcritud. Vive de las descargas de algunos distinguidos, como Adrián o Falcao, o de algunas luces de Arda y Diego, pero con demasiadas intermitencias. Ante el Madrid logró trabar el partido, desteñir al líder, que nunca estuvo cómodo, con muchos jugadores fuera de plano. Al frente de ese pelotón, Kaká, que pasó de puntillas todo un tiempo. Tan solo Cristiano abrió brechas en el macizo rojiblanco. Nadie le secundó, con el resto de la tropa sin brújula en un partido selvático. Más raquítico que de costumbre en ataque, el Madrid se entregó a sus centrales y al tajo de Khedira y Alonso, obligados a tirar de escoba en el medio campo por la desidia de Kaká y las amnesias defensivas de Di María, convaleciente hasta hace unos días. Un sufrimiento para Arbeloa, que siempre se vio en inferioridad ante Filipe Luis y quien le auxiliara. Sancionado pasada la media hora, el lateral madridista tuvo que contenerse. Tampoco Juanfran tuvo escoltas frente a Cristiano. Uno y otro equipo explotaron ambas vetas.
En un duelo sin riendas, intempestivo, el partido se movió por sacudidas. Las tuvo el Atlético a raíz del primer tanto de Cristiano. Las tuvo el Madrid, especialmente tras el empate de Falcao, cuando encapsuló a su rival. Una secuela inopinada. El empate sentó como un tiro al conjunto de Simeone y espabiló al Madrid, que reaccionó cuando se vio a punto de irse a la lona. El Atlético, con diente hasta entonces, se vio ulceroso. Incapaz de domesticar el juego a partir de futbolistas de buen pie como Arda y Diego, el cuadro colchonero es proclive al vértigo, al choque a toda pastilla. Lo mismo dio que el propio partido le desmintiera. Del trazo más largo, de su única jugada con partitura, llegó la diana de Falcao. Paso a paso, toque a toque hasta que Adrián colgó la pelota al área, Ramos no voló a tiempo y Coentrão no puso el candado. Un suicidio ante tipos como Falcao, que vuela con una efectividad asombrosa. Un águila, no un tigre.
Sometidos uno y otro por el resultado, el encuentro se decidió de forma episódica. En el barullo y desgobierno se impuso Cristiano Ronaldo. Un cañón. Su segundo gol fue estruendoso, un latigazo desde fuera del área con tantos efectos que la pelota pareció sacar la lengua a Courtois. Tenía vida el Atlético, solo un gol por debajo, pero para entonces Cristiano llevaba a todos sin cadena. Hasta que se rindió Godín, que atropelló sin sentido a Higuaín. CR, por supuesto, anotó de penalti y a un dedo estuvo de cerrar su mágica noche con un cuarto tanto, evitado por el pecho del meta local. Callejón bajó la persiana y de nuevo el Atlético, con o sin Simeone, salió mal parado de su reto vecinal. La respuesta final del líder fue tan contundente como conmovedora. Por tenso que esté el Madrid, por mucho que se le quiera ver algún tembleque, con Cristiano al frente no tiene fin. El Barça, con Messi, tampoco. Pero llega a rebufo. Eso sí, uno y otro no están saciados, nunca lo están ni lo estarán. Queda trama.

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