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segunda-feira, 16 de janeiro de 2012

Trova ¿vigencia o evocación? / Yoani Sánchez

Trova ¿vigencia o evocación?
El cantante entona una de sus viejas canciones sobre el escenario. El público se apretuja, repite el estribillo, se mueve en un delirio. Esta semana hemos disfrutado de uno de tantos festivales de música trovadoresca que ha comenzado por esta vez en la provincia de Santa Clara. Con temas que recorren desde lo romántico hasta las cuestiones sociales más peliagudas, el evento nos permitió escuchar algunos felices estrenos y ciertas archiconocidas composiciones. Creaciones musicales que tuvieron su edad dorada en los años setenta, pero que ahora pierden terreno ante formas melódicas más comerciales y trepidantes. La mayoría de la gente joven no quiere escuchar hablar de letras de denuncia ni de crónica diaria, más bien desea relajarse y disfrutar, abandonar por una madrugada la realidad. Se va a la discotecas para escapar del afuera, no para recordarlo. Por eso, aquellas tonadas de marcado corte ideológico –donde  se aludía al hombre nuevo y a la sociedad que éste habitaría– han sido lanzadas al baúl de la desmemoria.
A pesar de la pérdida de popularidad, todavía existen decenas de cultivadores de la canción trovadoresca en Cuba. Cantan para gente que prefiere repensar la cotidianidad y sus absurdos en lugar de salir huyendo hacia otra dimensión. Quedamos también muchos que aún nos estremecemos ante las letras de Silvio Rodríguez, aunque nos separe de él un abismo de opiniones políticas, un barranco de posiciones filosóficas. Pues a la hora de organizar nuestra biblioteca musical –o literaria– hemos aprendido que resulta más recomendable no hacerlo por preferencias partidistas… si no sufriríamos la triste pérdida de numerosos autores.
Más allá de la calidad de sus acordes o de sus versos, buena parte del público de la trova busca en ella su capacidad de evocarnos momentos pasados: el primer amor, el baile apretadísimo, los años difíciles, aquel día del beso iniciático o el concierto donde conocimos a alguien muy especial. Se usa como detonante de los recuerdos, a la manera de una magdalena proustiana que nos entra por los oídos en lugar de llegarnos a través del paladar. Cuando el cantautor aparece con su guitarra en la mano, en realidad efectuará sobre nosotros un acto de rememoración: nos trasladará a aquellos tiempos en que éramos tan  jóvenes, cuando a la Nueva Trova no la había despintado todavía el ácido de la realidad.

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